Artículo del compañero Ignotus, correspondiente al segundo número de Pampa Negra, en el cual se aborda la particular visión que tenían los anarquistas respecto a las festividades populares, patrioteras, carnavalescas y religiosas. En esta edición digital hemos incorporado
algunas imágenes, pertenecientes a nuestro archivo fotográfico, así como el
texto “El Carnaval”, publicado en junio de 1914 por “Luz y Vida”, periódico obrero de propaganda anarquista, editado en la bahía de Antofagasta al menos entre 1908 y 1916, cuyos ejemplares
están “misteriosamente” desaparecidos en el acervo de la Biblioteca Nacional. Agradecemos a quienes nos hicieron llegar, hace ya algún tiempo, este material. Esperamos lo disfruten.
Grupo Pampa Negra
El
modelo ideal de sociabilidad del recreo libertario, se construye de forma
alternativa a las modalidades de ocio consideradas burguesas
(paradigmáticamente representadas en el casino, o incluso los cabarets, locales
de vida nocturna, etc.), “pero también hacia aquellas formas de entretenimiento
de carácter popular reprobables desde los parámetros éticos e ideológicos
anarquistas”. Estas últimas incluían, por ejemplo, el alcohol, las tabernas, el
baile, juegos, pero también diversas formas de festividad popular tradicional
(desde aquellas de tipo religioso a las carnavalescas) consideradas
“irracionales”, así como determinados espectáculos públicos carentes de todo
contenido “cultural” o “educativo”[1].
En este
marco, el modelo de sociabilidad y recreo anarquista se centraba en las
veladas, espacios en los que intentaba junto con educar a los trabajadores,
propagar las ideas y posibilitar un espacio alejado de los llamados “vicios
burgueses”. En este breve artículo nos centraremos en ciertas críticas que
tenían los anarquistas respecto de algunas celebraciones populares, entre ellas
religiosas, carnavales y las fiestas patrias.
Además de ver en estas manifestaciones expresiones que legitimaban el
modelo hegemónico oligarca, los anarquistas veían en ellas expresiones propias
de la inconsciencia, ignorancia e irracionalidad obrera y popular. El artículo
siguiente, aparecido en Luz i Vida de Antofagasta, es elocuente para referirse
a una manifestación carnavalesca del norte del país:
“El
carnaval, la mascarada ridícula del año, desbande de algazaras grotescas, que
reflejan el atraso moral e intelectual de las pasadas generaciones.
Desde un ángulo de la calle
contemplo el grupo imbécil, idiota, de esclavos serviles que pasan en
bulliciosa fantochada, de fingido regocijo, luciendo trajes de rufianes, de
clows, de bufones y de arlequines.... Ellos, los eternos parias, los que a
diario sufren el yugo de los déspotas encanallados, sirviendo de entretención,
de risible espectáculo, a esos mismos señores que los oprimen, que los
explotan, que los repudian...”
“¡Qué espectáculo más triste!
¡Cómo enferma el corazón estas amargas decepciones de la vida! ¿Hasta cuándo el
paria, el ilota, el despreciado seguirá como un autómata en la vida, siendo el
instrumento vil de los canallas?... ¿Hasta cuándo no se alza altivo, soberbio,
rebelde y contesta con la dignidad del ser consiente a la infamia y ruindad de
los mandones?....”[2]
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Unión Zenteno Fútbol Club en los carnavales antofagastinos de 1911. Revista Zig-Zag Nº321 -17/04/1911 - Archivo Grupo Pampa Negra |
También
la crítica se enlazaba desde el punto de vista moral, pues, el carnaval
fomentaba los vicios, los cuales también enajenan la razón, pero además
derivaban en conductas pecaminosas, perdiéndose energías importantes que
perfectamente se podrían ocupar en cuestiones provechosas para la revolución.
Las
mismas críticas tenían respecto del 18 de septiembre, pero a ellas sumaban la
cuestión ideológica, es decir, el ferviente discurso patriotero y la raíz misma
de la fiesta. Las “tan bulladas” Fiestas Patrias, para los anarquistas, no
representaba más que una farsa, producto de la ignorancia del pueblo, porque
“desgraciadamente, hasta hoy el pueblo no se da cuenta de los que vale i del
pobre papel que representa en esta sociedad”. En La Agitación, hacia 1902, bajo
el título de Ecos de una Fiesta, Agustín Saavedra Gómez, comentaría las últimas
Fiestas Patrias, señalando, “¡Ha
concluido la farsa! Dos semanas continuas en activo ejercicio de mandíbulas i
estómagos. Banquetes, bailes, paseos, discursos, aclamaciones i todo un
abundante repertorio de cursilería patriotera: todo esto hemos visto. El
pueblo, guiado por los tutores obligados en estos casos –periodistas,
gobernantes, oradores, etc.- ha contribuido también a dar animación de estos
derroches de la estupidez humana. Él, pobre i eterna víctima de este i de todos
los festejos, ha creído conquistar un tesoro de gran valía; ha tomado en serio
estas mascaradas internacionales, i ya se figura que la miseria no volverá a
asomar su odiosa faz en el tugurio... Pero ya cesa el baile i el bullicio, el
alcohol no ejerce su influencia en el estómago, i vuelve a presentarse el
hambre. De nuevo el taller, a trabajar 12 horas, a ganar una miseria i recoger
los mendrugos de la mesa del capitalista.”[4].
En La Campaña: “las bulladas Fiestas Patrias ya han pasado este año, para
volver el siguiente con su eterno cortejo de música, fuegos artificiales, Tedeum,
paradas militares, etc.[5]
Pero también se trataba de crear un espacio alternativo a estas fiestas burguesas, por lo cual, generalmente para estas fiestas, los anarquistas organizaban paseos campestres, fiestas alternativas y “contrapatrióticas”, veladas, etc. En ellas, se abría un espacio una cultura anarquista con sus valores internacionalistas, antimilitaristas y pacifistas. Espacios en los cuales los anarquistas escapaban de la fiebre del vicio, la irracionalidad y miseria patriótica. Espacios en los cuales se daba una respetuosa convivencia, al aire libre, acompañándose de una sana alimentación[6].
Pero también se trataba de crear un espacio alternativo a estas fiestas burguesas, por lo cual, generalmente para estas fiestas, los anarquistas organizaban paseos campestres, fiestas alternativas y “contrapatrióticas”, veladas, etc. En ellas, se abría un espacio una cultura anarquista con sus valores internacionalistas, antimilitaristas y pacifistas. Espacios en los cuales los anarquistas escapaban de la fiebre del vicio, la irracionalidad y miseria patriótica. Espacios en los cuales se daba una respetuosa convivencia, al aire libre, acompañándose de una sana alimentación[6].
Evidentemente,
estas críticas, además de tener un trasfondo centrado en la irracionalidad e
ignorancia obrera –todo lo cual facilitaba su explotación-, tenían un fuerte
sesgo moral: se criticaba la moralidad exhibida en estos actos, movida por los
vicios, la banalidad, la lujuria, la prostitución, todo lo cual impedían la
reflexión, la ilustración del obrero, perpetuando de ese modo su explotación, y
el dominio absoluto de la oligarquía.
Desde
este punto de vista, el carnaval, las fiestas populares, eran todas fiestas
inventadas por la oligarquía, que construía y legitimaba de ese modo su
proyecto hegemónico, y a la vez mantenía en la ignorancia y la sumisión al
pueblo. Y en consecuencia, quienes se sumaban a estas fiestas y carnavales, la
gran masa del pueblo, era visto por los anarquistas como seres dominados por la
“ignorancia”, la “brutalidad del trabajo”, la “irracionalidad”, la “explotación
y miseria”, seres, en consecuencia, dominados por los vicios, especialmente del
alcohol.
"El Carnaval", Luz y Vida, Nº65 febrero de 1914.
[1] Javier Navarro, A la Revolución
por la cultura. Prácticas culturales y sociabilidad libertarias en el País
Valenciano, 1931-1939, Universitat de Valencia, 2004; Juan Suriano, Anarquistas. Cultura y política libertaria
en Buenos Aires, 1890-1910, Buenos Aires, Manantial, 2001; Manuel Lagos
Mieres: Viva la Anarquía! Sociabilidad,
Vida y Prácticas culturales anarquistas, Valparaíso-Santiago, 1890-1927,
tesis magister Universidad de Santiago de Chile, 2009. Publicada recientemente
por Witrán Propagaciones.
[2] Luz i Vida,
n° 65, Antofagasta, febrero de 1914.
[5] La Campaña, primera quincena de octubre de
1899.
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