Entre fines del siglo XIX y principios del XX, un
segmento del mundo popular terminaría de configurar su experiencia social y su
concepción de sí mismo (es decir, su identidad colectiva) en términos
sustancialmente diferentes a los que había prevalecido en el pasado: ya no como
peones, “rotos” o campesinos, sino como integrantes de una emergente clase
obrera(1). Y evidentemente, para el éxito de dicho proceso, sería
de especial relevancia la utilización del aparataje simbólico y ritualístico
por parte de las distintas tendencias y proyectos que se disputaban el mundo
obrero: demócratas, socialistas, anarquistas. (2)
Los anarquistas fueron especialmente sensibles a la
utilización de símbolos y la ceremonialidad y como tal, le atribuyeron
importancia fundamental ya fuera para contrarrestar la múltiple y heterogénea
simbología generada desde el proyecto político, social y cultural impuesto por
la oligarquía. Varios de estos elementos simbólicos y ritualísticos encontraban
sus orígenes en la Revolución Francesa, en la Comuna de París y eran empleados
por el movimiento obrero en su conjunto, como es el caso, por ejemplo, de la
bandera roja, o el empleo de los himnos La Internacional, Hijos del
Pueblo, Himno de los Trabajadores de Turati, etc.
El movimiento obrero local iría incorporando, eso sí,
elementos nuevos, expresados tanto en símbolos y ritos, imágenes y actitudes,
todos los cuales eran producto de las experiencias que iban generándose en el movimiento social
local. En este sentido, señalamos, se trataba de una construcción permanente,
en ningún caso cerrada y acabada, sino en constante dinamismo, integrándose
permanentemente nuevos elementos. No obstante, ya durante la primera década del
siglo XX, los distintos componentes del movimiento obrero local habían logrado
delimitar un espacio y una imagen que les caracterizaría a lo largo de todo el
periodo, una base sobre la cual se integrarían nuevos elementos a lo largo de
todo el periodo.
En este espacio nos abocaremos al análisis de esta
construcción simbólica y ritualística por parte de los anarquistas en torno a
la Masacre de la Escuela Domingo Santa María de Iquique. A raíz de esta masacre
se generarían una serie de elementos, simbólicos y ritualísticos que buscaban
no sólo mantener viva tan descarada injusticia social, sino además, a través de
la misma, orientar a los obreros hacia un proyecto (ideas anarquistas), y
construir identidad.
SANTA MARÍA DE IQUIQUE
Se trata de la fecha más importante de las
conmemoraciones del movimiento obrero local, después del 1ª de Mayo. Resulta
superfluo explicar el origen de esta manifestación. Ya se ha escrito bastante
sobre esta matanza en Iquique de varios miles de obreros por las tropas al
mando de Silva Renard (3). Interesa en este espacio, dar cuenta de cómo se fue
construyendo este espacio conmemorativo durante los primeros años del siglo XX.
Y aquí la cuestión no se diferencia de la forma como los anarquistas y demás
tendencias obreras fueron construyendo sus ritos y ceremoniales conmemorativos,
es decir, a través de manifestaciones, creaciones culturales (poemas, artículos
de prensa, cuadros etc.), discursos, conferencias, veladas, romerías fúnebres,
etc. Evidentemente, esta no sería solamente tarea de los anarquistas, sino, más
ampliamente, de los obreros organizados, aunque, los anarquistas igualmente
–cómo negarlo- le darían ribetes originales a sus manifestaciones, marcadas por
la acción directa, la venganza, la prisión, y también por la difusión cultural
incansable de sus propagandistas.
Así, por ejemplo, inmediatamente enterados de lo
sucedido, los anarquistas porteños, organizados en la Federación Internacional
de Trabajadores, llamaron a un “mitin de protesta” realizado a eso de la 1,30
pm, en el que participaron las distintas sociedades de resistencia con sus
estandartes enlutados. (4) Junto a elementos del PD, los anarquistas
porteños formaron un Comité de Solidaridad con los obreros pampinos y sus
familias. Este organismo, se preocuparía de generar recursos para éstos, a
través de veladas, rifas, creaciones artísticas, etc. Además, dicho Comité
llamaría a varios mítines de protesta y actos fúnebres simbólicos. (5) En
Santiago y otras ciudades del país, se formarían Comités paralelos. Desde
entonces, las Romerías fúnebres se sucederían una tras otra, tanto en Iquique
mismo, como en los distintos pueblos y ciudades del país. En La Reforma,
de Santiago, se puede leer, por ejemplo: “Por los muertos de Iquique, gran
manifestación de duelo en Valdivia… Por acuerdo total de las sociedades obreras
se reunieron en plaza Pedro de Valdivia para de ahí marchar al cementerio, con
sus estandartes y banderas enlutados” (6).
Por lo general, las sociedades obreras, con sus
estandartes enlutados, se reunían en la plaza pública, en donde se realizaba un
mitin, en el que los oradores se encargaban de recordar lo allí sucedido,
insertando esta tragedia en el marco de las luchas obreras, tanto locales como
internacionales. Por lo general, se trataba de discursos encendidos y llenos de
emotividad, en el que el poder, a través de todas sus instituciones, aparecían
totalmente contrapuestos a los obreros, a los parias que luchaban con la
tiranía; dos posiciones irreconciliables eran las que se construían en estos
discursos, cuestión que los obreros bien experimentaban a diario. Se trataba de
un acto con fuerte contenido identitario.
Enseguida, desfilaban en procesión por las calles de
la ciudad o pueblo, en algunas ocasiones con velas encendidas en mano. Se
entonaban himnos revolucionarios y se visitaba el cementerio de la ciudad, en
acto simbólico. Allí nuevamente, se realizaban algunos discursos… y así, la
cuestión se repetiría cada año en varias ciudades, principalmente –desde luego-
en Iquique. Pero también en otras ciudades del país.
A través de estas actividades, los obreros sacaban a
la vía pública lo acontecido, poniendo esta Matanza en la opinión pública.
Al cumplirse un año de la Matanza, se generarían en
distintas partes del país manifestaciones conmemorativas. Como ocurría con los
1ª de Mayo, también para los 21 de diciembre se conformarían Comités
organizadores, comités compuestos tanto por anarquistas, socialistas,
demócratas, feministas, etc. En El Pueblo Obrero, se señalaba
hacia diciembre de 1908:
“…con motivo de la aproximación de esta fecha, el
Comité tiene bastante avanzados sus trabajos para llevar a efecto una gran
romería al cementerio en homenaje a las víctimas sacrificadas por el poder, y
calumniadas por los capitalistas que veían en la huelga una horrible amenaza de
saqueo, desolación, incendio y muerte ocasionados por el susto…” (7)
En Iquique se reunieron grupos obreros en la Plaza
Condell. En el lugar haría uso de la palabra uno de los sobrevivientes, el
obrero y artista, Sixto Rojas quien había sido el secretario del directorio de
la huelga. En su discurso, culparía de lo sucedido a la “mala organización
social” (8). Se señalaba en otro número que los trabajadores se
tomaron el día 21 como feriado, para recordar a los caídos. “Y no podía ser
de otro modo, puesto que el pleito homenaje que se rendirá al más grande de los
sacrificios consumados injustamente por el capital y el poder, es obra de
reparación y de justicia, que se impone como una protesta a la más bárbara
matanza verificada por la obra inicua de una oligarquía avasalladora”. Se invitaba a asistir a la romería “porque ella se
necesita, como un principio de la absoluta posesión de la soberanía que debe
ejercitar, un pueblo ultrajado, porque cuya soberanía es el símbolo, el más
grande de los patrimonios de los libres” (9)
El Pueblo Obrero, imprimió un
cartel, una litografía conocida en la época. En el centro aparecía un hombre
crucificado, representando al pueblo, con sus pies y manos atadas al vertical,
mientras en el travesaño tiene destacada la palabra CAPITAL; flechas le clavan
las piernas y el torso, que dice Tocopilla, Santiago, Valparaíso, lugares en
que se manifestaran igualmente las Matanzas. Esta Litografía fue obra de Sixto
Rojas Acosta. (10).
Similares actos se sucederían año tras año en Iquique.
En las demás ciudades, por lo general, se desarrollarían mítines de protesta,
romerías fúnebres y veladas de homenaje a los caídos. En el marco de éstas, año
tras año, los anarquistas difundirían un discurso de condena a los tiranos,
pero fundamentalmente impregnado de ánimo de revancha. A partir del primer aniversario, el ritual sería
repetido cada año, no sólo en Iquique, sino también en otras ciudades y pueblos
del país. Hacia 1911, en el lugar en que, en fosa común habían
sido sepultados los obreros muertos (en el cementerio nª 2), se levantaría con
posterioridad un recordatorio. El Tarapacá entonces señalaba: “hoy es el cuarto aniversario de los luctuosos sucesos
de que fue teatro la plaza Montt en año 1907. La huelga obrera que se declaró a
principios de diciembre, tuvo su fin el 21 del mismo en forma tristísimo, que
apena el clima. Los restos de los que cayeron en aquel nefasto día, descansan
hoy en un mausoleo levantado con el óbolo de los trabajadores que
sobrevivieron” (11)
La prensa obrera ocuparía sus portadas con homenajes y
reconocimientos a los caídos, a los “Mártires”, a la vez que condenas y
maldiciones a los responsables de la Matanza. Desde los asesinatos mismos, la
prensa obrera se encargaría de hacer presente la tiranía de las autoridades.
Incluso, los mismos protagonistas de la huelga, ya fuera encubiertos bajo algún
seudónimo, o escribiendo en periódicos extranjeros, expresaban sus sentimientos
aún demasiado impregnados de sangre y lágrimas. Desde abril, comenzaría a ser publicada en el Pueblo
Obrero, una carta de Luís Olea –entonces en el Perú- en que el anarquista
contaba su versión de los sangrientos sucesos. (12)
Grupo de obreros camino a la Escuela Santa María, Iquique 1907
PRODUCCIÓN CULTURAL.
Por otra parte, varios intelectuales y obreros
ilustrados se inspirarían para escribir sobre lo acontecido. Estaba la
necesidad de romper con el silencio que trataba de imponer el poder. Había que
propagar la verdad de lo sucedido, y para ello –además de las romerías
fúnebres- comenzarían a emerger una serie de folletos y artículos en la prensa
obrera que bien se encargaban de no dejar oculta esta Matanza.
En Valparaíso, un grupo de obreros e intelectuales del
centro del país, “en vista de la crítica situación creada al pueblo
pampino por la conducta de los salitreros y la opresión ilegal de las
autoridades en la provincias del norte” acordaron formar un Comité de
Defensa de Obreros Pampinos, “para hacer campaña por la prensa, el folleto
y el libro, en pro de los intereses y derechos del proletariado”.
Con este fin publicaron Los sucesos del Norte,
folleto en verso de Alejandro Escobar i Carvallo, “cuya primera edición se ha
agotado completamente, proyectándose imprimir la segunda dentro de poco”. También, en prosa y en preparación estaban las
siguientes publicaciones: La Masacre, El Cantor de
la Pampa, Los Sucesos de Iquique, folleto histórico-crítico
debido a la pluma de un ilustre hombre de ciencia; En la Tierra del
Salitre, estudio económico-político-social, publicado por capítulo en La
Reforma… A ello habría que sumar “Los Mártires de Tarapacá”,
subtitulada “21 de diciembre de 1907. Obra ilustrada con varios grabados que
contiene una completa y verídica relación de los sangrientos sucesos
desarrollados en Iquique con motivo de la huelga de los trabajadores”.
(13) Otra obra por entonces editada (febrero de 1908): “21 de
diciembre. Compendio y relación exacta de la huelga de los Pampinos desde su principio
hasta su terminación” de Leoncio Marín, también testigo presencial. (14)
En el ámbito de las presentaciones filodramáticas,
igualmente, la Matanza se haría presente. Se puede leer en La Reforma hacia
enero de 1908: “Mártir del Trabajo”, con todo éxito se está ensayando una pieza
dramática que será puesta en escena en una gran función que habrá el domingo 5
de enero en el Teatro Salón de la Sociedad de Comerciantes del Mercado Central.
La obra en cuestión esta basada en los hechos históricos obreros y en la colosal
huelga del norte, donde hubieron tantas víctimas, donde la miseria, el hambre y
el luto han cubierto a muchos miles de hogares proletarios” (15) La obra, desde entonces, sería prolíficamente
representada en los salones obreros a lo largo del país.
Canto a la Pampa
La contribución de mayor fuerza emotiva, sin embargo,
la daría el obrero y poeta anarquista, Francisco Pezoa Astudillo, con su Canción
de Venganza, después conocida como Canto a la Pampa, o
simplementeLa Pampa.
Desde 1905 que Francisco Pezoa se encontraba en el
norte. Había trabajado en Estación Dolores con Ignacio Mora, Luís Alberto
Mancilla y Julio Valiente en la redacción de La Agitación,
participado en varios centros de estudios sociales y ateneos nortinos junto a
sus antiguos camaradas, y a nuevos adherentes que se sumaban en la pampa.
Para el verano de 1908, es muy seguro que aún se haya
encontrado en el norte, siendo testigo de las miserias de los obreros pampinos
y sus familias, siendo testigo del dolor de sus mujeres abandonadas y
huérfanos. De todo ello, este luchador se conmovería, y durante ese
verano, y aprovechando la contagiosa melodía de un vals, muy popular por
entonces, llamado “La Ausencia” -“que nadie podía oír sin sentir por lo menos
ganas de silbar al que cantaba”, y que decía más o menos así: “¡Cómo se han ido
volando, ingratas, las raudas horas de un tiempo cruel; hoy de ti lejos y
abandonado!…” (16)-, Pezoa, inventaría el que se convertiría en el himno más
conocido de los trabajadores de la región: el Canto de la Venganza, luego
conocida como Canto a la Pampa.
El ejercicio de Pancho fue sencillo, reemplazaría esos
versos que cantaban amoríos y lejanías, por versos que cantaban la tragedia de
los trabajadores pampinos, la tragedia de esas miles de familias desamparadas y
que interpretaban bien sus ansias de venganza. La música de este conocido vals
entonces, pasaría a acompañar versos como estos, que reproducimos en su
integridad para no perder su real trascendencia:
Canto de la Venganza, también conocido, con posterioridad, como Canto a la Pampa o La
Pampa (con música de “La Ausencia”):
Canto a la Pampa, la tierra triste
réproba tierra de maldición,
que de verdores jamás se viste
ni en lo más bello de la estación;
donde las aves nunca gorjean,
donde no crece la flor jamás,
donde riendo nunca serpea
el arroyuelo libre i fugaz.
Año tras año por los salares
del desolado Tamarugal,
lentos cruzando van por millares
los tristes parias del capital:
sudor amargo, su sien brotando,
llanto sus ojos, sangre sus pies,
los infelices van acopiando
montones de oro para el burgués.
Hasta que un día como un lamento
de lo más hondo del corazón,
por las callejas del campamento
vibró un acento de rebelión,
eran los ayes de muchos pechos
de muchas iras era el clamor
la clarinata de los derechos
del pobre pueblo trabajador.
“Vamos al puerto, dijeron, vamos,
con su resuelto, noble ademán,
para pedirles a nuestros amos
otro pedazo, no más, de pan”.
Y en la misérrima caravana
al par del hombre marchar se ven
la amante esposa, la madre anciana
y el inocente niño también.
¡Benditas víctimas que bajan
desde la Pampa, llenas de fe,
y a su llegada, lo que escuchan,
voz de metralla tan sólo fue!
¡Baldón eterno para las fieras
masacradoras sin compasión!
¡queden manchados con sangre obrera
como un estigma de maldición!.
Pido venganza para el valiente
que la metralla pulverizó;
pido venganza por el doliente
huérfano triste que allí quedó;
pido venganza por la que vino
tras el amado su pecho abrir;
pido venganza para el pampino
que como bueno supo morir.(17)
Y esta canción se cantaría poco a poco en cada velada,
en cada mitin, en cada huelga, o calabozo, convirtiéndose en un verdadero himno
del proletariado de esta región, himno de los parias sin dios ni patria, himno
de los olvidados y explotados en los campamentos salitreros, en las minas de
carbón o suburbios urbanos. Y Pancho…, Pancho se convirtió sin quererlo en una
especie de trovador, aunque más ampliamente, era una especie de intelectual
autodidacta, un hombre, formado en el mundo de la sociabilidad obrera, pero lo
cierto es que desde entonces, aquel muchacho que habitaba uno de los tantos
conventillos del Mapocho –junto a su madre, la señora Berta, ya anciana-, se
hizo conocido y admirado por todos, y cómo no, si el tema arrancaba lágrimas al
ser entonado en cualquier sociedad obrera, especialmente en las sociedades
anarquistas, a quienes las autoridades persiguieron implacablemente. (18)
Desembarco de sobrevivientes de Iquique en Muelle Prat de Valparaíso, 1907 |
PIDO VENGANZA!!
A diferencia de lo que ocurría con el 1ª de Mayo,
interpretado por los socialistas como una “fiesta del trabajo”, en el caso de
la Matanza de Santa María, todos concordarían en que se trataba de una fecha de
luto, de sangre, de horror, de sacrificio del pueblo obrero. No obstante, a
pesar de esta concordancia –plasmada por lo demás en actos en común, en que
predominaba el luto, el dolor-, el discurso anarquista igualmente iría tomando
características propias –que plasmaría también en actos.
La necesidad de venganza sería lo que caracterizaría
sobre todo al discurso anarquista; el ánimo de revancha afloraba en cada
discurso, en cada práctica, en cada oportunidad en que era recordado el tema.
En este sentido, podemos afirmar que era este ánimo de revancha, esta necesidad
de vindicación, el elemento central de este discurso, en contraste con el
discurso demócrata y socialista, más enfocado en mantener en discusión en los
aparatos del Estado (parlamento, por ejemplo) el tema pensando con ello en
allanar camino para su integración en las mismas. A diferencia del discurso
demócrata o socialista, que veía en el Estado una posible compensación futura a
las víctimas, a sus familiares, tratando de deslindar responsabilidades, los
anarquistas no buscaban ninguna compensación, ni reconocimiento por parte de
las autoridades de sus responsabilidades. Todo ello no importaba pues más bien
era visto como una legitimación de la autoridad estatal. Y por lo demás, de
nada servía, pues bien se sabía que el Estado volvería a realizar dicha masacre
una y otra vez si fuera necesario… como lo demostraba la historia. (19)
VINDICACIÓN.
Y al parecer dicho discurso encontraría finalmente eco
en algunos. En este sentido, sin duda, dos hechos ayudarían también a hacer
prevalecer en la memoria colectiva esta horrenda masacre: el atentado al
Convento Carmelitas Descalzos, la noche del 21 de diciembre de 1911, al
cumplirse 4 años de la masacre (20), y la acción individual de Antonio Ramón
Ramón, hacia diciembre de 1914 (21)
Todo ello, junto con constituirse en un factor anexo
de propaganda de las ideas anarquistas (lo que se manifestaría en el repunte
que luego tendrían), tendría también consecuencias directas para la propaganda
de la conmemoración de la Matanza de Santa María de Iquique. Muchos seguramente
aplaudieron el acto, como un acto de venganza…Y en consecuencia, el tema se
mantenía vivo cada año en la memoria histórica de los oprimidos de esta región
(22)
Estos fueron los inicios de este ritual que sigue vivo
hasta nuestros días, a partir de los años 30, los partidos de izquierda que se
hicieron en cierto modo herederos de una tradición iniciada antes por los
anarquistas y obreros en general. Pero aquello lo analizaremos en otra ocasión.
NOTAS
1.
Suriano, op. cit., p. 299
2.
B. Baczco, Los Imaginarios sociales. Memorias
y esperanzas colectivas, Buenos Aires, Nueva Visión, 1991, p 40. En
este sentido se entienden las afirmaciones de Bronislav. Baczco, de que en
ningún camino de la historia, ni siquiera en los de las revoluciones “burguesas”
u otras, “los hombres caminan desnudos”. Necesitan “vestimentas, signos e
imágenes, gestos y figuras, aunque más no sea para comunicarse y reconocerse en
la ruta”. Las esperanzas y los sueños sociales –señala Baczco- “buscan
cristalizarse y están en pos de un lenguaje y de modos de expresión que los
hagan comunicables”
3.
ver Eduardo Deves, Los que van a morir te saludad.
Historia de una masacre: Escuela Santa María de Iquique, 1907, Santiago, Lom,
1997; Sergio González, Ofrenda a una Masacre, LOM, 2007, quien realiza un
estudio exhaustivo de la bibliografía y producción cultural del tema
4.
La Unión, Valparaíso, 24 de diciembre; El Chileno, Valparaíso,
24 diciembre 1907
5.
La Reforma, Santiago, 12 enero 1908
6.
El Pueblo Obrero, 8 de febrero de 1908; Bravo Elizondo,
Santa María de Iquique 1907: Documentos para su historia, Santiago, Editorial
Cuarto Propio, 1993
7.
El Pueblo Obrero, 15 diciembre
8.
El Pueblo Obrero 9 de enero de 1909; Bravo Elizondo,
Documentos…, p. 188
9.
El Pueblo Obrero, 17 diciembre 1908; en el marco de
este primer aniversario el periódico anarquistaPrimero de Mayo (Iquique,
n° 1, 2° época, 21 de diciembre de 1908) concentraría sus ataques en la
institución militar en su conjunto, sostenida por el Estado.
10. pintor y
anarquista, participó en el comité huelguista, fallecido en 1941, a los 58
años. Recientemente, su nieto, Héctor Sorich Rojas, ha publicado su biografía
“Sixto Rojas, un protagonista olvidado”
11. El Tarapacá,
21 diciembre 1911; Aunque ya en 1910, se formaría un Comité Pro Mausoleo de las
víctimas del 21 de diciembre. El Tarapacá, 23 de diciembre 1910; “Nunca la flor
creció…op. cit., p. 52 Este mausoleo, sería descrito por Nicomedes Guzmán en su
novela “La Luz viene del mar” 1963, p. 192: “se encontraban junto al
cuadrilátero que guarda los restos más que treintañeros de las víctimas caídas
en la masacre de la Escuela Santa María. Una placa recordatoria, unas pequeñas
escalerillas de mentido mausoleo, y, arriba, sobre una especie de pedestal, la
figura de un pampino, apuesto y de largos bigotes: he ahí el homenaje popular a
los cientos de hombres inmolados”; “Nunca la flor creció…op. cit., p. 41;
el actual monolito, data de 1957, en conmemoración de los 50 años de la
Matanza, y se ubica aun costado de la Escuela Santa María, ver Bernardo
Guerrero, “Nunca la flor creció”, 2007, p. 44
12. El Pueblo
Obrero, abril 1908
13. “Los Mártires
de Tarapacá. 21 de diciembre de 1907. Obra ilustrada con varios grabados que
contiene una completa y verídica relación de los sangrientos sucesos
desarrollados en Iquique con motivo de la huelga de los trabajadores”, enero
1908; reeditado recientemente, 2007
14. Leoncio Marín,
1908; citado por Bernardo Guerrero: “Nunca la flor creció. Centenario de la
Matanza de la Escuela Santa María” ediciones El Jota Errante-Campvs, 2007
15. La Reforma,
Santiago, 1 de enero de 1908
16. La Oscura Vida
Radiante, op. cit
17. El Pueblo
Obrero, abril 18 de 1908; La Protesta, Santiago,
n° 3, primera quincena de junio de 1908
18. La Oscura Vida
Radiante, op. cit.
19. El Hambriento,
Lima, marzo de 1908; Luz i Vida, 1° de mayo de 1908; La Protesta, n° 1, 1° de
mayo de 1908; Luz y Vida, n° 29, diciembre de 1910
20. AHN, FJC,
Santiago, Legajo 1675, Doc. 42; Harambour…La Sociedad de Resistencia, op. cit.;
ver Harambour…op. cit.
21. Entre en dolor
y la Ira…p. 24
22. ver por
ej. Manifestaciones de 1912, 194, 1920: El Diario Ilustrado, 24 de
diciembre de 1912 Ver también la versión de los anarquistas: La Batalla, nº 3,
1ª 15º enero 1913; El Productor, nª 13, enero 1913. Sobre 1914 ver: La Batalla,
nª 23, 1ª 15ª enero 1914. Sobre 1920 ver: Mar y Tierra, 2ª 15ª diciembre de
1920; Mar y Tierra, 2ª 15ª enero de 1921.
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